sábado, 25 de marzo de 2017

¡Cruce la frontera sin salir de mi país!


Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos;
 pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza

  Crucé la frontera. Sí. Crucé la línea sin arriesgar mi vida ni pagar a un coyote que cobra una fortuna. Crucé esa línea que me lleva a un encuentro cercano con la realidad de los migrantes, crucé ese muro donde hay diversidad de cultura. Al estar del otro lado de la frontera encuentro desierto, soledad, desesperanza, angustia, tristeza, desánimo, pero también veo unos ojos llorosos que se niegan a perder la ilusión y el deseo de buscar algo mejor.

Desde hace algunos meses (alrededor de seis meses) tratamos de cruzar todos los sábados la línea divisoria sin salir de la ciudad. Cada sábado un grupo de amigos nos dirigimos a la frontera y entramos a un lugar que se llama Instituto Nacional de Migración. (INM) se encuentra a un costado de Galerías (un área comercial en Hermosillo que contrasta con la realidad que se vive dentro de las instalaciones) Y como cualquier migrante a veces nos es imposible pasar por diferentes motivos que no se comparan a lo que viven los migrantes en su caminar. A nosotros a veces nos niegan el paso porque hay algún tipo de revisión dentro del INM y nos regresamos tranquilos a casa, mientras que a los migrantes son capturados por la migra y para que lleguen a su casa a veces tardan una semana (cuando les va bien) o tardan más de ocho meses, mientras están encerrados.

Al cruzar la puerta café de hierro nos reciben amablemente dos guardias (que por cierto nos conocen como “los hermanos”) entramos y nos registramos en un libro, después pasamos por otra puerta y llegamos a lo que es el comedor donde esperamos encontrarnos con los migrantes. A veces nos encontramos con más de treinta o menos de diez personas.

    Fotografía: Taller de Hospitalidad en el Instituto Vanguardia

Salen con miedo, callados y asustados, ¡pues claro no es para menos todo lo que han vivido! Me imagino que al vernos piensan que vamos a interrogar, cuestionar etc. Ellos para mí son unos desconocidos al igual que yo para ellos. Nunca antes nos hemos visto y quién sabe si nos volveremos a encontrar. Después de este primer encuentro, tratamos de romper el hielo. Cada uno dice su nombre y de donde es originario. He conocido a Chapines, Catrachos, Guanacos, Haitiano, Hindú y Japoneses (creo que eran de Japón) Una vez que nos presentamos los invitamos a colorear. Sí, a colorear unas mándalas, al principio alguno les cuesta trabajo hacer esta actividad, pero he descubierto a través de ellos que el arte es un medio que ayuda a tranquilizar el corazón, a conectarse con uno mismo y a ordenar algunos sentimientos.
Mientras colorean compartimos el café y galletas. Me da alegría cuando sonríen por una taza de café porque creo que recuerdan su tierra. También llevamos una guitarra donde compartimos y cantamos algunas canciones de su tierra, pero la que más tiene éxito es la de Speedy Gonzales. Ya que no es solo para niños también los adultos se ríen mucho.

¿Qué rostros encuentro al momento de cruzar esta frontera?

Desde diciembre no he dejado de pensar en Tomás un niño de 10 años. Al verlo fue algo impactante ya que él estaba solo, ver su cara triste y llorosa, recuerdo que quise platicar con él, pero no pude. Tenía una mirada cabizbaja, solo recuerdo que me dijo que su mamá y papá estaban en el “otro lado” mientras duramos allí, no dejaba de llorar (casi siempre duramos dos horas) ¿Cómo es posible que un niño de diez años este viviendo este tipo de experiencia? ¿Acaso los niños no juegan, no estudian, no se divierten? ¿Cuál es la ilusión de un niño común y cuál es la ilusión de Tomás?

Son preguntas que no puedo responder pero que me cuestionan mucho y porque no decirlo, se me quiebra la voz y brota una gota de agua. Sin duda son experiencias fuertes que van viviendo estos pequeños y que marcan su vida.

Este cruce de frontera no es fácil. Y no me refiero al momento de ingresar al INM, me refiero a cruzar ese muro que vamos construyendo con prejuicios, donde juzgamos sin darnos la oportunidad de acercarnos a esta realidad.

Al terminar nuestra visita después de pintar, comer, cantar y compartir o mejor dicho escuchar sus experiencias, terminamos siendo todo lo contrario cuando nos vimos por primera vez. Ya no somos unos desconocidos, ya nos podemos decir carnales porque hemos compartido nuestra fragilidad y la propia vida. Un señor nos dijo: no dejen de venir, alegran nuestro corazón para que también alegren el corazón de los que van a llegar. Nos despedimos con un apretón de mano y a veces un abrazo, pero siempre con una sonrisa y con un corazón agradecido por compartir la vida y nuestra fragilidad.

    
Fotografía tomada: Taller de Hospitalidad en la parroquia Sagrado Corazón de Jesús


No somos nosotros los que vamos a dar alguna plática o los que vamos a enseñar, son ellos, los migrantes, los que me enseñan, a mí me enseñan a valorar la vida, a seguir deseando algo mejor para todos, me enseñan a no dejarme vencer. Me enseñan a Resistir a pesar de todo.

Hay ojos llorosos y desanimados, pero también hay una gota de lágrima en cada ojo que no ha dejado de desear una vida más plena. Lo que me mueve a ir cada sábado es ver esos rostros llenos de experiencia y ver en cada rostro y mirada a un Jesús encarnado. Jesús se hace uno con los migrantes y los migrantes me muestra a Jesús.

Paco Durazo

Resiste,
aunque a veces duela la vida.
Aunque pesen los muros
y el tiempo parezca tu enemigo.
Resiste,
aunque las lágrimas
surquen tu rostro y tu entraña
demasiado a menudo.
Aunque la distancia
con los tuyos
parezca insalvable.
Aunque el amor sea, hoy,
un anhelo difícil,
y a menudo te muerdan
el miedo, el dolor, la soledad,
la tristeza y la memoria.
Resiste.
Porque sigues siendo capaz
de luchar, de reír, de esperar,
de levantarte las veces que haga falta.
Tus brazos aún han de dar
muchos abrazos, y tus ojos
verán paisajes increíbles.
Acaso, cuando te miras al espejo,
no reconoces lo hermoso,
pero Dios sí. Dios te conoce,
y porque te conoce

sigue confiando en ti,
sigue creyendo en ti,
sabe que, como el ave herida,
sanarán tus alas y levantarás el vuelo,
aunque ahora parezca imposible.
Resiste.
Que hay quien te ama
sin condiciones,
y te llama
a creerlo.

[José María Olaizola]


Imagen de red





domingo, 12 de marzo de 2017

Dios en el pueblo indígena : Jtotic te oyot tzotzil

Dios en el pueblo indígena : Jtotic te oyot tzotzil

 Comparto mi experiencia que viví en Chiapas en un pueblo indígena tzotzil, en una comunidad que se llama Tzajalchen se encuentra establecida en los altos de Chiapas, pasaron muchas cosas todas buenas, siendo sincero lo que comparta no es todo, porque hay mucha Gracia de parte de Dios. Así que trataré de compartir dando una visión algo amplia de lo que fui viviendo. (Nada más para mencionar en esta experiencia la compartí con un amigo Roberto.)

 Durante la experiencia me sentí como una planta de café sembrada en la tierra, es pequeña, tiene sus raíces (que para que dé fruto necesita pasar 3-4 años) pero para que esta crezca necesita de  dos aguas, una que es de arriba y otra que se encuentra en el fondo de la tierra. El agua de arriba hace que crezcan sus raíces y estas llegan a la profundidad de la tierra y beben del agua que está debajo  y esa es un agua pura que va a permitir crecer a la planta hacia arriba de la superficie y dar los frutos. Estos dos tipos de agua, el que recibe de arriba de la lluvia o riego representa al pueblo (Jtotic- Dios) y el que bebe de bajo de la tierra representa el trabajo personal. Y también requiere de mucho cuidado, de abonar, de limpiar para poder tener una buena cosecha. 


 Con esta imagen hago referencia a que el agua de arriba es el pueblo indígena que me enseñó a mí y el agua de abajo hago referencia al trabajo personal que realice.

 Al llegar a la comunidad de Tzajalchen, me sentí parte de su comunidad pero sin dejar de ser caxlán (mestizo), porque ellos me recibieron en un clima familiar, su lengua es familiar: Van kil ( hermano.) para mí fue difícil comunicarme porque pocos hablan español y yo no entendía el tzotzil, así que durante el trabajo, la comida era prácticamente todo en silencio porque no podía conversar con otros. Pero me permitió descubrir otras maneras de relacionarme, como el estar más atento a los detalles, mirar a los ojos, hacer gestos, sonreír, etc.

 Al no poder derribar la barrera del lenguaje fue saliendo maneras creativas de relacionarme.
El pueblo indígena, es un mundo místico, tienen un diálogo directo con la Metik Vanamil (Madre Tierra) que a la vez es un diálogo con Dios. Su relación con la tierra es de mucho respeto y la ven como persona, de hecho para trabajar o realizar cualquier labor (cosechar, sembrar, etc.) hay que pedirle permiso a la tierra. Ver y sentir ese respeto a la Madre tierra, me hace caer en la cuenta de que soy criatura que dialoga con otras criaturas. No soy dueño de la tierra, soy parte de ella.

 Su espiritualidad es de ayuno y oración, Ernesto decía cuanto le preguntaba porque hacía oración dijo: ‘’nosotros venimos aquí para pedir, por los gobernadores, la violencia de nuestro país, nosotros no podemos con esto porque somos campesinos y es por eso que le pedimos a Dios’’ Lo que yo no puedo, es mejor ponerlo en manos de quien si puede.

 Pues con todo esto que me enseñó la comunidad, que es algo muy hermoso vivir entre las montañas, de poder disfrutar del silencio, de la naturaleza y de gozar de una tranquilidad; hay algo que me causó impotencia y dolor. Fue el tocar su pobreza. Estas personas tienen apenas para vivir, su única comida son frijoles y tortillas durante los 365 días del año y las tres comidas, allí en el pueblo no hay trabajo su única fuente de ingreso es la cosecha del café, incluso esta temporada le fue mal  porque llegó una plaga que afectó a todo el cafetal. Muchas familias perdieron todos y sus únicos ingresos, ya que el café tarda en dar su fruto de 3 a 4 años. ¡Y mientras! ¿Cómo le van hacer? Pues tendrán que dejar su familia para irse a trabajar a la ciudad y vivir la incertidumbre, la impotencia de no poder comunicarse, discriminación, injusticia, pasar hambre. Vivir todo eso y cosas peores, todo lo que yo No viví allí. 

 Yo viví otra cosa distinta a la que ellos viven cuando van a la ciudad. Yo Pude ver abundancia cuando me compartían los últimos frijoles, pude vivir no sobrevivir porque estaba feliz en esta comunidad y con la gente que me enseñaba, me sentí parte de esta familia, no fui rechazado. Me pregunto ¿por qué tanta pobreza? ¿Por qué ellos pasan hambre e injusticia, cuando ellos me han dado todo y han sido justos conmigo?  Y me quedo sin palabras.

 En esta experiencia me encontré con un Dios encarnado en esta realidad, un Dios Padre y Madre que me cuida y que no me pide ni exige nada. Ante esto aprendí a ponerme en manos del alfarero, que él me fue moldeando solamente con su mirada, una mirada que toca lo más profundo y configura. Que eso me da la confianza y la libertad de caminar por este río que va a dar vida a otros.

 Agradezco a Dios y al pueblo Tzotzil por el regalo que me hicieron y por darme esta libertad sintiéndome seguro y con el deseo de buscar ambientes más justos y humanos. De poder hacer presente el Reino de Dios aquí y ahora (Reino de Dios lo entiendo como el que se construye, no el que espera algo en la "otra vida" El R.D es crear una sociedad más justa, fraterna y humana), estando al lado del que vive injusticia, del que es discriminado, del que no es escuchado, del indígena que lo callan y no le dejan gozar del derecho a la vida, ellos me enseñaron a creer en Jesús pobre y humilde que se hace presente en este pueblo crucificado y con señales del resucitado, que me muestran las llagas, estas llagas que son señales de que hubo muerte pero que ahora hay vida.



Termino con unas palabras que dijo María a su esposo Toño, en donde lo animaba a seguir trabajando. Me apropié de esas palabras: ‘’Estoy dispuesto a pasar hambre porque miles de nuestros hermanos sufren más que yo. Como cristiano estoy llamado a construir el Reino de Dios. Si no lo hago, no vale la pena vivir….  ve y sigue trabajando’’